La luz mágica de la Luna
es incapaz de eclipsar el
deseo que se invoca a los dioses,
que se solicita a la diosa Fortuna,
que se reclama a Afrodita.
Cuando una estrella muere en el cielo
y su estela ilumina tu mirar
y tu corazón palpita lleno
de entusiasmo y éxtasis.
Es entonces, en la magia de la
misteriosa noche,
quizás y solamente
quizás si los hados son propicios,
cuando el ardiente deseo
se comienza a materializar
en la tierra, y el fuego y el agua
que nos envuelve.
El deseo y la curiosidad
es el alimento del alma
y construye nuestros sueños.
Dulce magia fugaz
que nutre el deseo,
la pasión y el espíritu
de ser cada noche y
cada amanecer
para ser mejores,
más cercanos,
al desear las distantes estrellas
sentimos al menos
como nos rodea la magia
y el mismo misterio que es
el amor y la propia existencia.
Juan María Hernández
8 de Febrero de 2015
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