NOCTURNA
La luz
ilumina la fría noche.
La Luna
reina y obsequia
al mundo
con un ruido místico
un ruido preternatural
que se transforma
en música,
que hipnotiza
a las criaturas
de carne.
Con dicha magia de
danza nocturna urdida
entre La Tierra,
la pérfida Luna, y el oculto Sol
se embriaga
a los amantes.
Orgía
desenfrenada
la carne,
el deseo, es
imparable,
irrefrenable,
bajo el
influjo mágico del
astro
nocturno, Selene griega
que roba la razón, que expande
el infierno de la materia
que acaba con la armonía
y el raciocinio que aún
permanecía oculto,
tras el ocaso.
La pasión, la atracción,
el palpitar de los seres
en el baile de
cuerpos desnudos,
entrelazados en un
beso, en lascivas caricias
en el furtivo deseo
en miradas de las mujeres
y los hombres
que son incapaces
de esculpir con sus
cuerpos, todo el manantial
de creación que inunda
sus mentes.
Hechizos perversos
de Selene
que transforman su
piel en fuego,
fuego en hielo,
movimientos caóticos
de la nocturna danza
del amor, de la pasión,
de lo prohibido,
del desnudo instinto,
del infierno esperado,
del cielo arrebatado
con cada beso,
con cada caricia,
con cada juego.
Es ahí dónde
renace la Sabiduría
primigenia, la carne,
la materia, el conocimiento
que fue arrebatado a las mujeres
y a los hombres
injustamente
por dioses caídos.
Fruto del Árbol iniciático
es la sensualidad,
el Mal y el Bien
fundidos en los cuerpos
que se desean,
que se deleitan,
que beben su propia
mortalidad,
ahora más que nunca,
mientras desafían a los dioses
arcanos
con su verdadera potencia,
con su éxtasis infinito y eterno,
con sexualidad irreverente,
en tórridas y frígidas
danzas bajo
la plateada luz nocturna.
El baile del deseo,
instintivo reflejo,
sádica atracción,
mágico danzar,
romántica, nocturna
y sensual mirada
que transporta a las
criaturas de carne
al Paraíso,
que es materia pura.
La carne se hace inmortal,
por un segundo
en constantes éxtasis eternos
y cotidianos,
la Humanidad vence
a la razón, a los dioses
vetustos que con
cadenas del pecado
intentaron aplacar
la creatividad,
la espontaneidad,
y la potencia
que reside en cada
ser, en el alma de cada
mujer y hombre que desea,
que ama sin límites,
sin tabúes, bajo
el atento mirar
de la Nocturna Luna.
Poesía compuesta por Juan María Hernández
Pérez
El
27/03/2016
[Imágen Bild: Vasyl Helevachuk/Shutterstock Vergrößern